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alimentacionemocional

Comemos no solo para cubrir nuestras necesidades fisiológicas, muchas veces comemos cuando estamos aburridos, ansiosos, estresados o enfadados, en un intento de eliminar esas emociones que no nos gustan y llenar “vacíos” emocionales. La comida nos calma momentáneamente y nos “llena” esos huecos pero no tardarán en aparecer sentimientos de culpa y entramos en una espiral destructiva difícil de parar.

Necesidades biológicas

El organismo tiene un mecanismo perfectamente regulado y controlado para satisfacer nuestras necesidades biológicas y mantenernos en un peso corporal estable. El cerebro envía señales que nos indican cuando comer (apetito) y cuando parar (saciedad). La regulación de la ingesta de alimentos se realiza por medio de la liberación de ciertas hormonas al torrente sanguíneo. Entre las más importantes están:

  • La GRELINA: se libera cuando estamos en ayunas, tras oler un alimento apetitoso o cuando bajan las reservas de grasa; es la encargada de inducir el hambre.
  • La LEPTINA: se libera cuando las reservas de grasa de nuestro organismo son suficientes; se encarga de avisar al cerebro que estamos saciados y parar la sensación de hambre.

Las emociones

Pero, ¿qué pasa cuando no comemos para nutrir nuestro organismo sino para calmar nuestras tormentas emocionales?, pues que todo este mecanismo no se pone en marcha y la señal de saciedad no llega; no podemos parar de comer y además siempre elegiremos alimentos con alto contenido en grasa y azúcar ya que producen una estimulación de los “centros del alimentacionemocionalplacer”del cerebro y la liberación de endorfinas(SEROTONINA y DOPAMINA: hormonas relacionadas con el placer y las adicciones) que nos hacen sentir bien. Esto nos lleva a comer de forma compulsiva y adictiva (“cuanto más como, más quiero”) para seguir manteniendo esta sensación de “bienestar”.

Intentar parar este círculo vicioso de una manera consciente (“este mismo lunes me voy a poner a régimen”, “a partir de mañana voy a hacer una dieta sana”, etc…) es una acto difícil. No vale sólo con centrarnos en los síntomas, hay que ir a la causa real de este comportamiento. La base siempre es emocional; en realidad el problema no es tanto “qué como” si no “qué me está comiendo a mí”.

Para poder regular todo este mecanismo de compulsión es importante seguir unaspautas dietéticas adecuadas para elegir los alimentos que nos ayuden a calmar el sistema nervioso y a modular toda la “bioquímica” cerebral y acompañarlo siempre de unaterapia psicológica para detectar la causa de esta “adicción” y elaborar una estrategia para llenar esos vacíos emocionales de una manera correcta y no con comida.

Autora del artículo: Laura Lángara (Bioquímica y Asesora nutricional)

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Referencias:

  • “You – On a diet” Michael F. Roizen, MD and Mehmet C. Oz, MD.
  • “The food addiction” Paul J. Kenny. Scientific American; The science of food – Neuroscience, summer 2015: pag: 46-51.